En psicología, se conoce el efecto Pigmalión como el poder de influencia que una persona puede ejercer en otra a partir de creencias y expectativas sobre ella y sus posibilidades de lograr un éxito o mejorar notablemente un rendimiento.
Históricamente, la denominación proviene del mito griego de Pigmalion, redactado en el Libro X de la obra “La Metamorfosis” (https://es.wikipedia.org/wiki/Las_metamorfosis), escrita en forma de poema por Ovidio en el siglo I. Pigmalión, rey de Chipre, buscó durante muchísimo tiempo a una mujer con la cual casarse. Tras un periodo de frustración en búsqueda de la mujer perfecta, decidió dedicarse a la escultura para paliar su pena. Un día, se enamoró de una de sus creaciones, una estatua a la que puso de nombre Galatea. Afrodita, le concedió su deseo de convertirla en mujer real para que más tarde se casara con ella.
El origen educativo de este llamado efecto Pigmalión, lo debemos a la investigación de los psicólogos Rosenthal y Jacobson. Un grupo de profesores de California, allá por el año 1965, fue informado de que se había llevada a cabo una prueba para medir las capacidades intelectuales de sus alumnos. Posteriormente, se les proporcionó los resultados de la prueba, indicando quiénes habían obtenido los mejores resultados, afirmando que éstos serían los que mejor rendimiento tendrían a lo largo del curso.
La clave de esta prueba-experimento es que nunca se llevó a cabo, y los estudiantes con mejores resultados fueron escogidos al azar, hecho importante que los docentes desconocían. Curiosamente, al finalizar el curso, aquellos que habían sido señalados como los mejores estudiantes, obtuvieron un rendimiento mayor que el resto.
El estudio concluyó que las expectativas positivas influyen positivamente en la persona, y por tanto, en su rendimiento, y las expectativas negativas influyen, de la misma forma, negativamente en los mismos.
Y ahora, nos preguntaremos… si nunca se hizo esa prueba, ¿cómo es posible que un grupo de alumnos seleccionados inconscientemente se convirtieron en los mejores estudiantes? La respuesta es sencilla, los profesores, al saber que determinados alumnos eran los que presentaban mayores capacidades, crearon altas expectativas sobre el progreso en clase de estos alumnos, y actuaron en consecuencia, en el día a día de la escuela, para que estas expectativas desencadenaran en el logro de un mayor rendimiento. Dicho de otra forma, los profesores tuvieron una mayor predisposición a motivarles, guiarles, enseñarles…
A mí en particular y como docente, lo que me interesa es saber cómo esto fue posible, así podemos destacar diversas causas que motivaron esos logros:
- El docente genera de manera inconsciente una mayor interacción o acercamiento al alumno más personal, empleando tanto la comunicación verbal (interacciones más personales, explicaciones más elaboradas, ampliación de contenidos con curiosidades…) como la no verbal (gestos de aprobación, sonrisas…).
- Se dan comentarios positivos al alumno, o más que antes: si sabemos que un alumno tiene un alto rendimiento, tenderemos a elogiarlos para que puedan alcanzar ese mejor resultado con frases sencillas como “esto está muy bien”, “sigue así, lo estás haciendo muy bien”
- Se enseñan más cosas: como he comentado arriba, cuando tenemos ciertas expectativas positivas sobre alguien, tendemos a realizar explicaciones más elaboradas, recursos complementarios, o añadimos algo más de contenido o elevamos el nivel. De alguna manera, nos volvemos más exigentes con ese alumno porque esperamos más de él que de la media.
- Clase más dinámica: como docentes, nos animamos a preguntar más en clase, porque sabemos que el alumno va a ser capaz de responder adecuadamente en la mayoría de los casos.
En definitiva, cuanto más esperemos de alguien, más probable es que interactuemos con ella de una manera determinada para propiciar el comportamiento esperado en esa persona.
El retrato del Pigmalión positivo es en definitiva, depositar la fe en alguien, de tal manera que esa persona llegue a creer en sí misma, por influencia positiva del otro. Todo lo contrario, sería la figura del pigmalión negativo, también, por desgracia, presentes en nuestras vidas.
Si te pregunto a tí, lector, si has conocido a Pigmaliones positivos o negativos a lo largo de tu vida, estoy segura de que tendrás una pequeña lista. Párate a pensar unos minutos, en ese Pigmalión positivo que en algún momento de tu vida creyó en ti o te dio ese empujón que necesitabas para alcanzar un objetivo.
Ahora, en este preciso momento, yo te invito a convertirte en un Pigmalión positivo, ¿a quien puedes ayudar?, otros os preguntaréis, ¿puedo ser yo un Pigmalión?
Ser Pigmalión positivo no consiste en abrumar a la otra persona con fábulas e ilusorias expectativas que puedan hacerle creer peligrosamente ser el ombligo del mundo, consiste en ACOMPAÑAR.
Ten una actitud de aprecio e interés por la otra persona, por su bien, sus éxitos, felicidad, desarrollo… Sé un Pigmalión positivo.